Calgary, Canadá. Año 1988. Juegos Olímpicos de Invierno. De cómo la derrota y el éxito no tienen por qué seguir rumbos dispares. Uno de esos acontecimientos deportivos que dejan una huella de más dimensión que la de la simple victoria. En definitiva, Jamaica. Bobsleigh.
Dos empresarios americanos, George Fitch y William Maloney, son testigos en Jamaica de una tradicional competición de carreras deslizándose en carretas. No tardan en apreciar las similitudes con los bobsleigh y a plantearse la idea de formar un equipo jamaicano.
¿Y qué es el bobsleigh? Una modalidad deportiva invernal que consiste en deslizarse a toda velocidad en un trineo por una pista de forma tubular. ¿Un equipo formado en un país caribeño sin ninguna experiencia anterior en ningún deporte de invierno? Suena a locura, pero la ambición no entiende de eso.
El carismático Devon Harris |
El proyecto seduce a un coronel del ejército jamaicano, Ken Barnes, que crea el primer equipo nacional de bosleigh de Jamaica. Los valientes no fueron otros que el teniente Devon Harris, el capitán Dudley Stokes, el soldado Michael White y el ingeniero Samuel Clayton. Howard Siler, veterano corredor de bobsleigh e internacional con el combinado estadounidense, aceptó entrenar al inexperto equipo.
Sin apenas tiempo para entrenar, llegaron los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988, en Calgary. El equipo Jamaicano creó mucha expectación mediática y se hizo con el cariño de un público que no dejó de valorar la gesta de estos valientes.
En la primera carrera se estrellaron y volcaron el bobsleigh.
Aún así, haciendo gala de su tesón, salieron por su propio pie del trineo y recorrieron arrastrándolo lo que les quedaba de recorrido, bajo el aplauso de todo el público. Un éxito dentro de un fracaso que quedará para la historia.
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